Pablo de Tarso destaca no solo en su época, sino que marcó en gran medida un mapa o ruta de vida de millones de seres humanos, conglomerados sociales, naciones y continentes. Escribir crónicas de comportamientos, no como recetario, más bien como la más sutil de las sugestiones y lograr cambiar patrones de conductas ancestrales se expresa casi como una odisea. Después de todo, la época en que sus epístolas recorren el mundo conocido, no existía la imprenta, ni sistemas sofisticados de transporte, por lo que el valor de su cruzada alcanza mayor impacto, según nuestro entendimiento. Responde su esfuerzo a la convicción de estar haciendo su parte, cumpliendo con su papel en la construcción de un ideario, una doctrina que se extendió y persiste por más de 2.000 años. Otra historia sería si sopesando los riesgos y las dificultades, hubiera dejado perder la historia y el mensaje que tenía como misión difundir no a sus afectos, sino a sus detractores.
Atravesar aldeas, pueblos, ciudades, sin distingo de topografía (igual montanas que desiertos) con un mensaje que pudiera considerarse subversivo; implica la obstinación y constancia que la convicción acarrea. Regresar en el tiempo, y contextualizar los efectos que la pertinencia del mensaje puede hacer, y los intricados lugares que puede alcanzar, es un ejercicio que necesariamente debe ser abordado, por aquellos quienes pretenden cambios estructurales en la política actual venezolana. Ciorán decía que la historia es la más grande prostituta de todos los tiempos, sin embargo Séneca insistía en la necesidad de conocerla, “para no cometer los errores del pasado”. Insistir, perseverar y demostrar voluntad y coraje, hoy como en la antigüedad infunde respeto y consideración en un universo de seres inteligentes, incluso cuando la canalla auspicie la ignorancia, con herramientas como el miedo, la supuesta fuerza y un imaginario control de medios y valores de sustentación social.
La estrategia comunicacional no requiere de sofisticados y ortodoxos esquemas tecnológicos. Abrirse a los recursos existentes, permite un contacto más directo con los destinatarios; permear sus ansias y frustraciones guardadas, a veces ocultas en la negación que la vergüenza y complejo de culpa le imprimen. Definitivamente, la idiosincrasia venezolana está investida de un orgullo crónico. Indiferente a vivir la frustración, el convencimiento de haber sido parte de un juego macabro, en el cual siempre le ha tocado ser peón, el ciudadano se siente con la obligación penitente a la resignación por haber creído, y jugado a ser Dios con las necesidades de sus seres más cercanos.
Toda vez que las deidades se convierten en figuras alegóricas al esclavismo mágico-religioso, el pueblo llano asimila que el paganismo como práctica de dominación vivió un último aliento. A partir de entonces, la luz de la esperanza surge con mayor ímpetu, sin dogmatismo, mesianismo o revanchismo; único y simple camino, si no para un re-encuentro total, si para marcar las líneas básicas de convivencia para el crecimiento como nación. Después vendrán los ajustes, correctivos y pases de páginas, que sin lugar a dudas no serán fáciles; pero que urge en dar pasos hacia ese objetivo. Obviamente, para el mensajero es indeclinable la misión de captar las voces silenciosas que gritan desde la estridencia fanática, en busca de un salvavidas para escapar del naufragio en que se encuentra.
Ante el inminente cambio de la dirección del viento, los capataces de la hacienda también hacen sus cálculos; revisan las bitácoras y acuden a quienes los tutelan. Mientras el barco se hunde envían emisarios de alquiler, antiguos paisanos convertidos en embajadores de la ignominia, para hacer el trabajo sucio. Independientemente del prestigio que antecede a tales personajes, cumplen el rol de abrir la caja de pandora. Gracias a la “preocupación” ciudadana de tales deprimentes personajes, se visualizan cartas guardadas, marcadas de antemano y ocultas con desparpajo a lo Jalisco. Otra acción (como refuerzo) es la aparición de palangristas, mercenarios de la palabra que desde USA o Europa, disfrutan un exilio dorado con la publicidad anti sistema; más el momento adecuado hacen el trabajo de justificación, culpando a la víctima.
Si pudo Pablo, puede el pueblo. Inviable resulta rendirse, sucumbir a las trabas y escollos en los caminos; las dificultades no son obstáculos infranqueables, son retos a superar. Ver el mundo de rodillas nos haría una nación empequeñecida (acondroplásica); pero cuando no hay más nada que perder, pugna por desprenderse del conformismo, la auto estimulación mental de una ideología inexistente y sobre todo del miedo. Aunque el reto se antoje gigante, inexorable; la enseñanza bíblica nos recuerda a David contra Goliat, y más cercano a nuestro tiempo la creatividad de Disney nos presenta en la historia dirigida por John Lasseter: “Bichos una aventura en Miniatura”, de cómo una comunidad de hormigas inspiradas por el pequeño Flik, pudo resistir a los poderosos saltamontes con sus capas verde, y poderosas armas. El mensaje está llegando; las miradas de todas la colonias se encuentran para descubrir la esperanza como un camino real. Claro que se puede.