En 1730, un megaterremoto de 9.3 grados azotó a Valparaíso y Viña del Mar. La destrucción fue devastadora, y todavía más con un posterior tsunami que —según los registros históricos—, generó olas de 7 a 8 metros en la llamada Joya del Pacífico y Concepción que terminaron por arrasar con las casas de miles de chilenos.
Se trató de un escenario catastrófico que, según distintos especialistas, podría volver a ocurrir pronto. Y es que, aunque no se puede predecir un sismo, sí se puede detectar un tiempo de recurrencia, analizando los datos históricos de estos eventos.
—Esos nueve (grados en escala Richter) ocurren cada entre 200 y 600 años, y ahora vamos en casi 300. Por eso, es hora de empezar a revisar nuestros planes de evacuación—, afirmó el geólogo de la Universidad Austral, Daniel Melnick, en un reportaje de Meganoticias.
Pero, ¿están Chile y, en especial sus ciudades costeras, preparadas para una evacuación masiva, en caso de que se repita un sismo mayor a 9 grados?
¿Está Chile preparado para un megaterremoto y un tsunami?
Daniel Silva, conductor de Planeta Futuro y periodista de Meganoticias, se propuso simular que —en consecuencia de un terremoto de 9 grados—, un tsunami llegaría pronto a la ciudad de Viña del Mar.
Los antecedentes del terremoto en Japón del año 2011 datan que las infraestructuras soportaron bien los 9.1 grados. Sin embargo, fue la fuerza del agua de un posterior tsunami lo que comenzó a arrasar con todo a su paso: casas completas, vehículos e incluso embarcaciones.
Y algo similar podría pasar en Chile. El director del Laboratorio de Geotsunami de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Marco Cisternas, explicó que Viña del Mar es una ciudad muy vulnerable a la hora de pensar en los peligros de un maremoto, pues, a diferencia del pasado, ahora está llena de construcciones.
Además, está situada en una planicie que está a cinco metros de altura y una ola de tsunami puede tener alcanzar hasta los diez metros.
Teniendo en cuenta lo anterior, Silva se posicionó en las afueras del casino de Viña del Mar, preparado para simular una evacuación horizontal que —para lograr salvarse de las potentes olas—debía llegar a la zona segura, cerca del Estadio Sausalito, en un tiempo limitado.
En su camino, el periodista y su equipo evidenciaron que, a pesar de ir a un buen ritmo, no iban a cumplir el tiempo para llegar antes que el golpe de las olas.
—Somos relativamente jóvenes y a una velocidad normal e incluso acelerada, porque en algún momento incluso trotamos, pero aún así para llegar a la zona de seguridad, nos demoramos mucho más del tiempo seguro—relata Silva a La Tercera.
—El agua llega entre 10 y 13 minutos a la costa, puede incluso que antes, y al resto de la ciudad entre 15 y 20. Y nosotros, para llegar a la zona de seguridad en Sausalito nos demoramos más o menos 30 minutos.
Además, el equipo de Meganoticias recorrió la vía de evacuación en un escenario normal, distinto al que sería una catástrofe, pues, según explican, se debe tener en cuenta qué pasaría con los adultos mayores, las familias con niños o las personas de movilidad reducida.
También, hay que sumar a la ecuación el miedo y la ansiedad de no tener luz —en caso que sea de noche—, de sentir réplicas, la explosión de transformadores eléctricos u otros accidentes que podrían eventualmente ocurrir.
Por otra parte, Silva evidenció que la señalética de las vías de evacuación es muy pobre. Y es que recién, después de caminar 15 minutos, vio los primeros letreros que indicaban por dónde seguir para llegar a las zonas de seguridad.
—Nosotros le preguntamos a varias personas en el camino y no sabían bien cuál era la mejor ruta de escape. Decían: ‘bueno, asumimos que hay que subir’ (…) Te concedo que a lo mejor la gente que vive ahí puede tener alguna idea de dónde tiene que estar. En cambio, el turista, ¿qué pasa si esto pasa en el verano, con una población grande que no sabe qué es el Sausalito, que no sabe dónde ir?—se pregunta.
—Estamos al debe con la señalética, al debe con las sirenas, al debe con la evacuación vertical y con los simulacros—denuncia el periodista.