La historia de los maestros fallecidos en el Caroní parece un cuento lejano, una reflexión que espera un reconocimiento o una simple palabra de aliento después de 59 años de aquel trágico suceso. Las lágrimas de los venezolanos se mezclaron con las aguas del salto de La Llovizna cuando 40 hombres y mujeres, dedicados a la educación en el país, quedaron atrapados entre las aguas y un puente de madera en la ciudad de Guayana.
La tragedia de La Llovizna ocurrió el domingo 23 de agosto de 1964 durante la IX Convención de Maestros, organizada por la Federación Venezolana de Maestros (FVM). Durante una excursión, 40 educadores murieron ahogados al caer al río Caroní.
El puente movedizo, donde perdieron la vida varias personas que asistían a la convención de la FVM, estaba construido sobre 4 cables de acero fijados en bases de concreto. No se rompió ningún cable, sino que una de las bases se desprendió, haciendo que el puente girara y luego se derrumbara. La mayoría de los fallecidos quedaron atrapados bajo el puente, dentro del agua.
Se dice que la falla no fue de la estructura, sino por falta de prudencia. Cuentan que los maestros, después de celebrar un almuerzo ofrecido por la Federación, se bajaron de los autobuses y se dirigieron al puente colgante, balanceándose en él. La estructura estaba hecha de tablones de madera gruesa y cables de acero que se expandían a lo largo de siete metros y medio de ancho.
Los guarda-parques pidieron que se bajaran, pero no hicieron caso, y esto tuvo un trágico desenlace. Solo sobrevivió Don Beltrán Prieto Figueroa, quien más tarde se convertiría en uno de los intelectuales más ilustres del país.
En memoria de los fallecidos, se colocó una placa de aluminio en la cabecera del puente reconstruido que decía: “Los maestros caídos en el Caroní son cuota de vida pagada al progreso de Venezuela”. Con el paso de los años, la placa desapareció y se cree que fue robada por delincuentes para fundir el aluminio.
El Gobierno nacional, presidido por Raúl Leoni, decretó tres días de duelo. Entre las víctimas se encontraba Irene Fernández, sobrina de la esposa de Leoni, Menca Fernández de Leoni, quien era secretaria.
Algunos de los educadores que sobrevivieron cuentan su experiencia. Carmen Daza de González, quien presidió la delegación de Carabobo, recuerda que la tragedia la marcó para siempre y la motivó a luchar por una mejor educación en el país. Rubén Ostos, otro sobreviviente, fue rescatado por Antonio Ignacio Rivas y posteriormente se convirtió en juez superior del estado Carabobo.
La historia de los maestros caídos en el Caroní es una historia que no debe ser olvidada y que merece ser recordada como un sacrificio hecho en nombre del progreso de Venezuela.