La promesa de una clasificación mundial que se ha hecho eterna se renueva como ha venido ocurriendo cada cuatro años con la Vinotinto. El pasado de frustraciones queda arrumado en el desván de las desilusiones a la espera de ese final con beso en la última fecha de la eliminatoria, en la que todo el país se funda en un abrazo y el grito de clasificamos al Mundial 2026 se esparza por el país de boca en boca.
Todo comienza de nuevo en Barranquilla, en el horno del estadio Roberto Meléndez, donde la humedad y un fuego volcánico agota el cuerpo y alma de los jugadores que pisan el gramado del legendario estadio del Junior con más afán de correr que de tocar la bola con aquella placidez del “Pibe” Valderrama, genio absoluto del amago, el engaño y el pase cortico al pie del compañero.
¿Cómo jugará la nueva selección de Fernando “Bocha” Batista, es el gran misterio que se develará esta noche en la ciudad costeña? ¿Dará rienda libre a la inventiva de Yeferson Soteldo, Darwin Machís, Rómulo Otero y Jefferson Savarino para que disputen la posesión del balón y el medio campo sea un deleite de pases y fantasía? ¿O el “Bocha” se atrincherará con jugadores de menos genio, pero más combativos para la indispensable faena de cortar las alas a Colombia con la entrega del “Brujo” Martínez, el fuego inagotable de Tomás Rincón y el ida y vuelta incansable de Yangel Herrera y Cristian Cásseres Jr?
Lo cierto es que la selección viajó de Porlamar a Barranquilla y en el avión de Rutaca que trajo a los jugadores, el cuerpo técnico hizo escuchar durante el aterrizaje, algunas frases de lo que opina el periodismo colombiano sobre el partido. “Venezuela seguirá viendo el mundial por televisión”, “Es un partido que Colombia ganará sí o sí”, que se repiten a diario en los medios de este país, que no aprende de su pasado reciente.
En la eliminatoria a Catar 2022 también asumió que la selección cafetera estaba clasificada antes de jugar los partidos, agrandados por su legión de goleadores en Europa, y tanta arrogancia la pagaron con un mundial en casa. El mensaje del “Bocha” está muy claro. Hay que comerse al rival, dejar el corazón en cada jugada y hacerle pagar caro su desprecio.
Esa historia de ver por encima del hombro a la Vinotinto no es nueva. Ocurrió antes en Montevideo, y aquella selección de Richard Páez le metió un baile de 3-0 en el Centenariazo y un bombazo de Juan Arango silenció a Barranquilla con otro triunfo.