Diez años después de que Barack Obama no hiciera valer su “línea roja” ante el uso de armas químicas en Siria, otro presidente de los Estados Unidos ha cumplido esa advertencia. Donald Trump, contra todo pronóstico, ha lanzado un ataque con misiles de crucero contra la fuerza aérea de Bashar al-Assad, por una cuestión de principios.
¿Qué esperar de una segunda administración de Trump en materia de política exterior? Los gobiernos del mundo entero se lo preguntan, ante la imposibilidad de predecir las decisiones de un líder egoísta, que puede tanto aislarse del mundo (“al diablo con el mundo”) como intervenir violentamente en él (“el mundo debe sentir nuestra fuerza”). Todo indica que habrá más incertidumbre y riesgo si Trump es reelegido el próximo año.
Una de las posibles consecuencias es que Donald reduzca las sanciones contra Rusia y disminuya el apoyo a Ucrania. Esto lo presentará como una forma de poner a Estados Unidos en primer lugar. Pero será un error. El respaldo a Ucrania ha sido una demostración de poder e influencia global de Estados Unidos, que ha logrado contener a la tercera fuerza militar más cara del mundo con donaciones del Pentágono. Estados como Vietnam, que buscan equilibrar su relación entre China y Estados Unidos, han tomado nota de ello.
Otro problema es que los nacionalistas son malos intérpretes del interés nacional. Por eso, Trump y sus aliados en el Congreso despreciarán a Ucrania. ¿Y qué más? Aumentará sus amenazas contra los tratados internacionales de Estados Unidos. En seguridad, esto afectará a la OTAN y a las alianzas bilaterales con Corea del Sur y Japón.
(Estos acuerdos se basan en la confianza, y si Donald Trump siembra dudas sobre el compromiso de Estados Unidos, el daño será irreparable). En economía, la Organización Mundial del Comercio será el blanco. Un intento legislativo para socavarla en 2018 fracasó. Pero Trump podría actuar sin restricciones en un segundo mandato.