La selección nacional de fútbol femenino vuelve a enfrentar momentos difíciles. Una vez más, el conflicto entre el cuerpo técnico y un grupo de jugadoras ha generado una serie de comunicados que cuestionan la idoneidad de Pamela Conti para continuar dirigiendo al equipo. En 2019, cuando la Federación Venezolana de Fútbol decidió contratar a Conti como seleccionadora nacional, el objetivo era poner fin al capítulo de abuso sexual, acoso físico y psicológico cometido por el antiguo entrenador, Kenneth Zseremeta.
Zseremeta había sido el entrenador más exitoso del fútbol femenino en Venezuela durante su largo proceso de 2008-2017, logrando clasificaciones a los mundiales sub-20 y sub-17, Juegos Olímpicos de la Juventud y títulos en campeonatos Suramericanos. Bajo su liderazgo, se desarrolló la mejor generación de futbolistas femeninas del país, lideradas por Deyna Castellanos. Sin embargo, detrás de su éxito se escondía el horror de los abusos sexuales denunciados por 24 jugadoras en una carta pública.
La investigación realizada por la FVF determinó que Zseremeta había infringido los artículos del Código de Ética de la FIFA y de la propia entidad venezolana, relacionados con la no discriminación y la protección de la integridad física y mental. Como resultado, la Comisión de Ética de la FVF lo excluyó de toda actividad deportiva relacionada con el fútbol en el país durante veinte años.
En estos días, el fantasma de Zseremeta ha vuelto a rondar al equipo nacional, ya que han surgido acusaciones sobre presuntos maltratos y relaciones poco profesionales por parte de Pamela Conti hacia un grupo de jugadoras. La mediocampista Sonia María O’Neill ha revelado estos hechos en sus redes sociales y ha recibido el apoyo de otras jugadoras que también habrían sido víctimas de un trato injusto e irrespetuoso por parte de la entrenadora.
Lo cierto es que, viendo el desempeño de Conti desde 2019, su tiempo se agotó en la Copa América de Colombia 2022. Se esperaba que su presencia en el banquillo trajera un avance técnico y táctico en las selecciones, pero su contribución al crecimiento del fútbol femenino de Venezuela es indefendible y quedó demostrado en esa competencia, donde no logró clasificar al Mundial.
Se le extendió el mandato y en los recientes partidos amistosos contra Uruguay, volvió a evidenciarse su escasa influencia en el juego. A pesar de contar con la generación más talentosa del país, no existe un manejo efectivo del balón en la fase de ataque, todo se reduce a pelotazos, tiros libres y al genio indiscutible de Deyna para resolver en jugadas individuales.
Si las acusaciones de O’Neill tienen fundamento y hasta ahora ninguna jugadora, Conti ni la FVF han salido a desmentirlas, es necesario tomar medidas para ordenar la situación y decidir si es prudente mantener a la entrenadora en su cargo, tanto desde el punto de vista futbolístico como grupal, y también por la imagen de la selección.
Además, la autoridad de Conti se vio muy debilitada en la rueda de prensa del lunes. Perdió la jerarquía que se espera de una entrenadora al ceder el control de la escena y quedar relegada a un papel secundario. Era ella quien debía enfrentar los conflictos en el vestuario y evitar exponer a Deyna a una situación que no le corresponde gestionar ni resolver.
En consecuencia, lo que debería haber sido un éxito para la FVF al reunir al equipo en Caracas se ha convertido en un caos, lo que obliga a la Comisión de Ética de la entidad a investigar las denuncias sobre la entrenadora y tomar decisiones al respecto.
El fracaso en la Copa América debería haber sido el punto final de la gestión de Conti. Clasificar para el Mundial de Nueva Zelanda y Australia 2024, donde se aumentaron los cupos para Conmebol a tres clasificados directos y dos repechajes, era el objetivo principal cuando asumió el cargo en 2019. Sin embargo, simplemente fracasó en su misión de hacer que Venezuela avanzara en una Copa del Mundo absoluta, después de brillantes actuaciones en las categorías inferiores femeninas con Zseremeta.
Después de ese torneo, donde Venezuela mostró un fútbol poco elaborado e impreciso para construir jugadas, dependiendo exclusivamente de la genialidad de Deyna para obtener victorias contra Uruguay y Paraguay, su proceso debería haber llegado a su fin al ser eliminada por una selección de Chile muy limitada en el partido que otorgaba el segundo boleto a la repesca internacional. Desde el punto de vista futbolístico, no existe una propuesta de juego reconocible y valiosa que merezca ser defendida a toda costa. Con Conti, la selección mayor no ha evolucionado ni ha obtenido resultados.
Deyna es la reina en el campo, pero el conflicto debe ser resuelto por la FVF. Deyna es la mejor jugadora en la historia del fútbol femenino del país y una de las mejores del mundo, siendo la indiscutible líder de la Vinotinto cada vez que pisa el campo. Su contribución a los triunfos de todas las selecciones en las que ha participado es innegable. Nadie puede cuestionar su calidad técnica y su genialidad para dominar el balón y enviarlo al gol.
Sin embargo, como capitana del equipo, aún debe aprender a ejercer el liderazgo en situaciones de crisis. Su reacción ante lo publicado por Sonia O’Neill fue desacertada en todos los sentidos. Los problemas del vestuario no se ventilan en una rueda de prensa y mucho menos si desconocía la denuncia realizada por O’Neill en medio del partido contra Uruguay. Tampoco le correspondía quitarle el micrófono a Pamela Conti para argumentar sobre un tema que no le corresponde gestionar. Su comunicado también estuvo fuera de lugar, ya que si tiene algo que decir sobre el tema, es mejor discutirlo con sus compañeras, como corresponde a una líder. En cualquier caso, la entrenadora y la Federación Venezolana de Fútbol son quienes deben resolver el conflicto de la Vinotinto.