El Servicio Exterior de Estados Unidos, conocido como American Foreign Service, reveló los detalles de la “Operación Nica Bienvenidos”, que tuvo lugar en febrero y que llevó a la liberación de 222 presos políticos de Nicaragua. Esta noticia generó gran atención tanto a nivel nacional como internacional, y sorprendió a los familiares y amigos que acudieron al aeropuerto de Dulles para recibir a los ex detenidos, quienes desconocían que serían trasladados fuera de su país.
Según el informe del Servicio Exterior de Estados Unidos, Lance Hegerle, quien en ese momento era subdirector de Asuntos Centroamericanos del Departamento de Estado, convocó a un grupo de hombres el 8 de febrero para una misión cuyos detalles no se dieron a conocer en ese momento. Posteriormente, se les informó que saldrían de la Estación Naval de Norfolk en un avión financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y que aterrizarían en Managua, la capital de Nicaragua. Tenían la orden de llenar el avión con aproximadamente 200 prisioneros del régimen de Daniel Ortega, quienes habían sido sacados de prisión unas horas antes.
El plan para liberar a los presos políticos se desarrolló en cuestión de días, luego de meses de diplomacia encubierta. El 29 de enero, el Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Denis Moncada, planteó una pregunta inesperada al entonces embajador de Estados Unidos en Managua, Kevin Sullivan: ¿Aceptaría Estados Unidos a todos los presos políticos de Nicaragua?
La traducción de este informe fue publicada por el diario Confidencial el 15 de diciembre.
Negociaciones difíciles
Luego de la pregunta inesperada de Moncada, se desató una oleada de actividad. El embajador Sullivan viajó a Washington para impulsar una respuesta interinstitucional, dejando a la encargada de negocios Carla Fleharty y a un pequeño equipo de la embajada a cargo de llegar a un acuerdo con el régimen de Ortega sobre la logística, los plazos y la garantía de que solo los prisioneros que lo consintieran libremente serían trasladados a Estados Unidos.
Mientras el avión se dirigía desde Norfolk a Nicaragua, un equipo de la embajada estadounidense se reunió en Managua y llevó consigo una caja llena de pasaportes nicaragüenses recién impresos. La mitad de las personas en esa lista habían sido detenidas por protestar contra el gobierno de Ortega en 2018, mientras que los demás fueron arrestados cerca de las elecciones presidenciales de 2021. Entre los presos había periodistas, políticos, empresarios y antiguos aliados del Estado.
A medianoche del 9 de febrero, el equipo de la embajada de Estados Unidos se encontró con sus contactos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua en el aeropuerto de Managua. La escena estaba envuelta en la oscuridad, pero se podía escuchar el ruido de una docena de autobuses rusos. Las ventanas de los autobuses estaban cubiertas con mantas o papel, pero los diplomáticos podían ver los perfiles de los pasajeros: con las manos esposadas y la cabeza gacha.
No sabían a dónde iban
Muchos de los pasajeros asumieron que se dirigían a Cuba o Venezuela, pero en realidad estaban sumidos en la incertidumbre sobre su destino. Sin embargo, cuando los recién liberados fueron informados sobre la operación, su ánimo mejoró. Algunos de ellos estaban abrumados por tener que elegir entre una prisión indefinida o un futuro desconocido en Estados Unidos. Por ejemplo, una mujer se lamentó al darse cuenta de que nunca volvería a ver a su madre moribunda, mientras que un hombre angustiado por dejar a su familia atrás, ya que lo habían visitado el día anterior en prisión. Otros se preguntaban cómo se mantendrían en su nuevo destino. Los estadounidenses les aseguraron que el gobierno les proporcionaría permisos humanitarios y de trabajo por un período de dos años. Después de algunos momentos de tensión con la policía debido a la indecisión de uno de los prisioneros, el avión despegó y los nicaragüenses a bordo comenzaron a entonar el himno nacional de su país.
El aterrizaje
Al llegar a Dulles, los presos políticos se reencontraron con sus familiares y amigos. El embajador Sullivan los recibió en la pista. Sin embargo, debido a que la operación se llevó a cabo fuera del Programa de Admisión de Refugiados de Estados Unidos, los nicaragüenses no calificaron para recibir financiamiento para refugiados. En cambio, tuvieron que confiar en voluntarios y organizaciones que, en apenas unos días, se encargaron de las lecciones del reasentamiento masivo de afganos en 2021. Más de 350 voluntarios participaron en la bienvenida a los liberados y en su integración en diferentes estados de Estados Unidos. Según el informe, las ONG continúan gestionando casos y aún queda mucho por hacer, como la reunificación de familias separadas.
Después de la deportación de los prisioneros, el régimen de Ortega les quitó la ciudadanía a los 222 nicaragüenses liberados y a otros 94 nicaragüenses, además de confiscar sus propiedades. Esta acción ha sido condenada por la comunidad internacional como una violación de los derechos humanos, y se sigue exigiendo el regreso de Nicaragua a la democracia y al Estado de derecho.
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El texto original fue publicado en la web del American Foreign Service.
Con información de efectococuyo.com