Durante la Segunda Guerra Mundial, el almirantazgo inglés se le ocurrió la tentadora idea de transformar el navío minador HMS Menestheus en una fábrica cervecera flotante, al mismo tiempo que en cantina y cine.
La misión de combate del novedoso buque etílico era proporcionar el licor dorado y festín a los militares asignados en la campaña del océano Pacífico.
Entre los años 1944 y 1945, la embarcación llegó a convertirse en la joya más preciada de la Corona Británica, al producir 1.800 litros diarios de cerveza en medio del conflicto armado.
Su importancia estratégica llegó a ser tan determinante, que el alambique náutico era escoltado por unidades élites de la fuerza aérea aliada.
Luego de la guerra, varios países pretendieron la compra y el uso exclusivo del HSM Menestheus, pero la Royal Navy rechazó cada uno de los intentos.
De hecho, la Marina de los Estados Unidos ofreció pagar la astronómica cantidad de un millón y medio de dólares, que en la actualidad equivaldría a 24 millones en esa moneda.
Ni siquiera en exagerada condición de embriaguez, yo tampoco lo vendería. Sin embargo, hubiese hecho lo que fuese para alistarme como uno de sus tripulantes.
Incluso, hasta de catador voluntario.