Los alimentos con raíces prehispánicas han perdurado en la dieta actual, siendo consumidos por culturas ancestrales y aún en la actualidad. Uno de estos alimentos es el amaranto, una planta altamente nutritiva que destaca por su elevado contenido de proteínas, superando a cereales como el trigo y el arroz, y ofreciendo todos los aminoácidos esenciales. Este antiguo alimento azteca también es conocido por sus propiedades que ayudan a prevenir la diabetes y regular la presión arterial en personas mayores de 40 años.
Las hojas de este cultivo ofrecen un valioso aporte tanto nutricional como culinario a la dieta mexicana, según la doctora Cristina Mapes Sánchez, curadora de etnobotánica en la UNAM. Durante la digestión del amaranto, se liberan péptidos que le otorgan propiedades nutracéuticas, ayudando a prevenir enfermedades como la diabetes y regular la presión arterial. Además, es una rica fuente de minerales como fósforo y potasio, así como de vitaminas esenciales como el retinol y el complejo B.
El amaranto, un legado nutricional de los aztecas, es conocido por sus beneficios para la salud, como la prevención de la diabetes y la regulación de la presión en personas mayores de 40 años. Cuando se combina con verduras, ofrece niveles comparables de proteína, hierro y calcio ascórbico a los de la espinaca. Además, productos como galletas, cereales y bebidas elaborados con esta semilla continúan destacando por sus múltiples propiedades nutritivas.
Este cultivo ancestral de Mesoamérica, fue esencial en la dieta de civilizaciones como los mayas, aztecas e incas. Con una historia que se remonta a más de 10 mil años, esta planta se destacó junto al maíz y el frijol en la agricultura prehispánica. Su importancia era tal que rivalizaba con los alimentos básicos de la época, siendo un recurso vital para recolectores y cazadores de aquellos tiempos.
El amaranto, más que un simple superalimento, es una semilla adaptable que resiste condiciones climáticas adversas, prosperando incluso en zonas áridas. Gracias a su facilidad de cultivo, se perfila como una posible respuesta a la crisis alimentaria mundial. Además, su bajo impacto ambiental lo convierte en una opción viable y sostenible frente a los retos ecológicos actuales.