El reciente derrocamiento de Bashar al-Ásad en Siria ha marcado un hito significativo tanto para el país árabe como para la geopolítica mundial. Tras años de guerra civil, Mohamed al-Bashir ha asumido el control como líder provisional en Siria, generando expectativas sobre el futuro político de la nación.
La relación entre Siria y Venezuela se fortaleció con la llegada al poder de Hugo Chávez, en gran parte debido a su alianza con Rusia. Este vínculo se vio reflejado en gestos simbólicos, como la entrega de una réplica de la espada de Bolívar a Bashar al-Ásad en 2010. Sin embargo, el conflicto interno en Siria ha dejado un saldo devastador de más de 600 mil muertos y cerca de 10 millones de desplazados.
El internacionalista Eloy Torres ha destacado las repercusiones globales del derrocamiento de al-Ásad, señalando que esta crisis redefine la geopolítica mundial y sus consecuencias aún son inciertas. Mientras Siria celebra el cambio de liderazgo, existen opiniones divididas sobre las implicaciones de este evento a nivel internacional.
La ofensiva militar rebelde en Siria logró un avance rápido y efectivo en poco más de diez días, capturando ciudades clave como Homs, Alepo y finalmente Damasco. La salida de al-Ásad y su familia marcó el fin de la dinastía en Siria, sorprendiendo a gran parte del mundo por la velocidad de los acontecimientos.
La caída de al-Ásad ha tenido impacto en potencias regionales como Israel y Arabia Saudita, mientras que Rusia e Irán han sufrido un revés en su influencia en la región. Al-Ásad se ha refugiado en Rusia, donde se le ha concedido asilo político, cuestionando la capacidad de protección de sus aliados por parte de Moscú.
La respuesta de Venezuela al derrocamiento de al-Ásad ha sido cautelosa, expresando su deseo de una resolución pacífica en Siria sin intervención externa ni violencia. Sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro ha mantenido un perfil bajo respecto a la huída de al-Ásad a Rusia, sin pronunciarse directamente al respecto.