En medio de una trágica historia de injusticia se encuentran los policías metropolitanos Héctor Rovaín, Erasmo Bolívar y Luis Molina, condenados a 30 años de prisión por delitos que no cometieron. María Bolívar, tía de Erasmo Bolívar, relata cómo han transcurrido los años visitándolos en diferentes cárceles, desde Caracas hasta el estado Lara, donde actualmente están recluidos en el Centro Penitenciario de Oriente, conocido como cárcel Fénix.
María describe la desesperanza y frustración en los ojos de su sobrino Erasmo Bolívar, quien lleva 21 años tras las rejas, cumpliendo 22 navidades en prisión. A pesar de ser inocente, se le considera un preso político, condenado por una orden presidencial que lo separó de su familia y su futuro.
El inspector Héctor Rovaín, también condenado a 30 años, ha encontrado consuelo en su fe en Cristo, a pesar de perder a sus padres mientras estaba en prisión. Por su parte, el cabo Luis Molina comparte el mismo destino en Fénix, rodeado de tristeza y desolación al recordar aquel fatídico 11 de abril de 2002 en Puente Llaguno.
En medio de la represión policial en la avenida Urdaneta de Caracas, donde se registraron 19 muertes durante una protesta contra el gobierno de Hugo Chávez, estos policías metropolitanos fueron acusados y condenados por delitos que no cometieron. A pesar de la falta de pruebas contundentes, fueron sentenciados en un juicio prolongado y lleno de irregularidades.
A pesar de ser beneficiarios de ciertos derechos contemplados en el Código Orgánico Procesal Penal, como el destacamento de trabajo o la libertad condicional, los policías metropolitanos no han logrado acceder a estos beneficios. Sus familias claman por justicia y piden que no sean olvidados, conscientes de que en Venezuela las noticias cambian rápidamente y la memoria colectiva tiende a desvanecerse.
La historia de estos policías metropolitanos, víctimas de un sistema judicial corrupto, es un recordatorio de la lucha por la verdad y la justicia en un país donde la impunidad y la represión son moneda corriente. ¿Quién se acuerda realmente de ellos en medio de tantos titulares y sufrimientos cotidianos?