La hora de la cena puede influir en la pérdida de peso. Cenar tarde puede dificultar la digestión y aumentar el riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares. Adelantar la cena y practicar el ayuno intermitente, que limita la ingesta a unas 6-8 horas diarias, puede favorecer la pérdida de peso al utilizar las reservas de grasa como fuente de energía.
Expertos coinciden en que cenar temprano, idealmente antes de las 17:00 horas, maximiza los beneficios metabólicos y permite al cuerpo procesar mejor los alimentos antes de dormir. Aunque no siempre es posible cenar tan temprano debido a rutinas laborales o sociales, evitar comer más allá de las 21:00 horas puede marcar la diferencia en la acumulación de grasa y calidad del sueño.
Si cenar temprano no es una opción, se recomienda optar por una última comida ligera y balanceada para evitar sobrecargar el sistema digestivo. Consumir alimentos saludables y de fácil digestión puede favorecer un descanso reparador y mantener activo el metabolismo durante la noche. Ajustar los hábitos alimenticios no solo puede contribuir a la pérdida de peso, sino también a mejorar la salud en general.