Luis Manuel Marcano Salazar Doctor en historia / PHD in International Relations and Law.
No sorprende que un violador de derechos fundamentales los continúe violando. Lo que causa estupor es que, frente a una Comunidad Internacional y regional que se dice panacea de la libertad y reivindicadora de los derechos humanos, la condena a esos Estados violadores y a sus gobernantes se quede solo en declaraciones.
Pareciera no entenderse la magnitud de la gravedad que en un país no exista independencia judicial y el daño profundo que imprime un régimen a su sociedad cuando utiliza los tribunales de justicia para hostigar, perseguir y aprehender.
La celebración de las elecciones primarias es un derecho constitucional que tenemos los venezolanos. Está consustanciada con una garantía fundamental que reposa en el derecho de asociación que consagra la constitución en el artículo 26: “La Constitución garantiza el derecho de asociación, de conformidad con las leyes que regulen el ejercicio de este derecho, sin que pueda ser sometido a ninguna autorización previa”. Así mismo este derecho ha sido reconocido por instrumentos internacionales como la Declaración de los Derechos Humanos que en su artículo 20 consagra que: “Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación”. Ello mantiene una relación vinculante con el derecho a elegir y a ser electo. Implica también la capacidad que tiene los asociados de poder elegir a quien los representará. Eso constituye un hecho privado. Parece que muchos “abogados del régimen” han olvidado las grandes diferencias que existen entre el Derecho Público y el Privado.
La violación del acuerdo de Barbados, el hostigamiento de los miembros de la comisión de primarias y la persecución indiscriminada contra todo opositor que gane cualquier elección debe llamar la atención de la Comunidad Internacional porque se trata de un régimen violento y agresivo en lo interno y externo. Se ha convocado a un referéndum sobre el territorio Esequibo cuya disputa se encuentra en la Corte Internacional de Justicia, por la absurda negligencia de la tiranía que desgobierna a Venezuela.
Dicho referéndum tiene una finalidad oculta que puede olerse por las siempre, malas intenciones con las que actúan. El régimen violentamente busca enviar a nuestros muchachos a una aventura galtierista al territorio Esequibo y, tomarlo por la fuerza con un objetivo político doméstico e internacional de declarar un Estado de excepción, suspender las elecciones nacionales de 2024 y pretender sacar el diferendo de la Corte Internacional, violentando, como suelen hacerlo, todo derecho en la cara de la Comunidad Internacional. Una forma sangrienta de quedarse en el poder y, matar a nuestros jóvenes de otra manera.
Aquel recuerdo terrible del 2017, con las calles cerradas, la gente en manifestaciones, en situaciones vivenciales desesperadas y nuestros muchachos muriendo en las autopistas, no debería repetirse. Pero el régimen no da un espacio para que exista una válvula de escape en esta olla de presión que es Venezuela.
Las elecciones son de vital importancia para la paz de Venezuela. La sociedad se resiste a seguir siendo esclavizada y torturada. Cuando fue designado y Juramentado el nuevo TSJ en julio de 2017, Maduro por cadena de televisión ordenó su captura, viéndose en la obligación de constituirse en la OEA. Cuando Antonio Ledezma ganó las elecciones de la Alcaldía Mayor, Maduro ordenó quitarles los recursos y la sede de la Alcaldía. No dan espacio a nadie, son solo ellos.
Son ambiguos y traidores en su proceder. Por una parte, el régimen quiere negociar con Estados Unidos para alcanzar sus objetivos personalísimos con la eliminación de las sanciones y, por otra parte, se burlan de la sociedad utilizando los órganos del poder judicial para cercenar los derechos de la ciudadanía suspendiendo los efectos de las primarias, que de paso sea, no pueden ser eliminados, simple y llanamente porque las sentencias no pueden invalidar actos que ya ocurrieron. Sin embargo, la sociedad venezolana de todos los estratos sociales, no se detiene y sigue de pie, dándole su mano y su corazón a la candidata María Corina Machado, legitimada con más de 2 millones de voluntades que no pueden ser borradas, suspendidas o eliminadas. Simplemente y, aunque le duela en lo más íntimo a Maduro: no se pueden suspender los efectos del amor que el pueblo de Venezuela ha sentido por María Corina Machado: es un sentimiento nacional.
Existe aquel perfecto idiota Latinoamericano que don Plinio Apuleyo Mendoza describía con claridad, pero en su esencia más cruel y desde diferentes matices: es Nicolás Maduro. A la final, como idiota al fin, vamos a ver en primera fila su desvanecimiento de la presencia política venezolana con una deuda enorme que, la justicia, independiente de la política, y con sobrado respeto sabrá estimar en su debida oportunidad.
El 2024 ofrece esperanza a los venezolanos de bien. Requerirá de mucho valor que, quienes, hasta hoy, por temor a perder sus trabajos, se encuentran aplaudiendo el espectáculo de sangre, dentro de muy poco digan basta y asuman el riesgo. Perdiendo un momento, ganarán mucho más.
Ya tenemos nuestra candidata y nadie nos la va a arrebatar. Nos queda caminar junto a ella, de corazón y con valentía para que podamos llegar hasta ese final que arranca de nuestros ojos lágrimas, ese final que se dibuja con un aeropuerto recibiendo un millón de vuelos y uniendo nuevamente a la familia venezolana.