En la Península de Macanao, en la isla de Margarita, Pedro R., un buzo improvisado de 49 años, se sumerge en el mar equipado con un esnórquel y aletas remendadas. Con la fuerza de sus pulmones, realiza hasta 50 inmersiones diarias en busca de pepinos de mar, invertebrados marinos de gran valor comercial y ecológico. Estos seres, también conocidos como holoturias, desempeñan un papel crucial en la conservación de los ecosistemas marinos al reciclar nutrientes y controlar la acidez del agua.
A pesar de estar en veda en Venezuela desde hace 27 años, la pesca ilegal de pepinos de mar continúa, impulsada por la demanda en el mercado asiático, principalmente en China. El régimen de Nicolás Maduro ha visto en esta actividad una oportunidad para generar ingresos en medio de la crisis económica del país, sumando a las holoturias a la lista de productos de exportación junto con el oro y la chatarra.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las poblaciones de pepinos de mar se encuentran bajo una intensa presión pesquera a nivel mundial, con la mayoría de las especies comerciales agotadas. Solo algunos países han logrado reproducir estos organismos en criaderos, mientras que la voracidad de los mercados asiáticos ha llegado incluso a islas turísticas como Margarita, en Venezuela.
El impacto de la pesca de pepinos de mar en el ecosistema marino es evidente, pero la necesidad de ingresos en un contexto de crisis económica ha llevado a la explotación desmedida de estos seres. La historia de Pedro R. es solo un ejemplo de cómo la demanda de estos invertebrados marinos está transformando la vida de los pescadores locales, a miles de kilómetros de China.
Por Isayén Herrera. Para más información, visita Armando.info.