Entre La Habana y Porlamar, el puente aéreo del desengaño es un negocio de pocos.
Por Isayén Herrera y Bárbara Maseda / ArmandoInfo
El momento pareció llegar en marzo de este año. Salió de Cuba por primera vez a sus 42 años de edad. Entonces despegó de la más grande de las Antillas con rumbo a otra isla del Caribe mucho más pequeña y de la que sabía muy poco: Margarita.
Y.V. dejó en La Habana a su esposo y a su hija de ocho años. Pero solo por poco tiempo, en realidad. Su primer viaje fuera de la patria tenía toque de queda: debía estar de vuelta en no más de siete días, por el permiso legal que se le había concedido.
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Así que a esta oportunidad, limitada, tenía que sacarle el máximo provecho.
Y.V. sintió culpa al querer comerse unas fresas en ese viaje, solitario -es decir, sin su familia- aunque en compañía de otros 17 turistas cubanos que tampoco conocían nada fuera de La Habana y se estrenaban en ese viaje, de un total de 35. Ante la tentación, al final se contuvo: prefirió aferrarse a la fe de que podrá viajar en el futuro con su hija y disfrutar con ella de ese pequeño placer en algún mercado venezolano.
Sus esperanzas no son del todo infundadas. Desde junio de 2022 se abrió una ruta turística oficial entre Cuba y la Isla de Margarita, para canalizar deliberadamente hacia este último destino parte del lucrativo turismo de compras que suple el mercado informal cubano con productos que no provee el sector estatal.
Entre La Habana y Porlamar, el puente aéreo del desengaño es un negocio de pocos
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