Existe un viejo adagio que dice: “piensa mal y acertarás”. En los actuales momentos el bombardeo mediático de quienes poseen los medios de comunicación masiva, hace un excelente aporte a los incrédulos crónicos sobre las buenas intenciones, la mea culpa sobre conductas desafortunadas, que como todos los años quienes gobiernan más de 190 países en el mundo se esfuerzan en transmitir, y dejar sentados como insumos para la historia, cobijados por el gran salón donde se reúne la Asamblea anual de las Naciones Unidas.
La hipocresía de la junta directiva del organismo internacional, se expresa como corolario de una “preocupación” por las hambrunas que se presienten en un futuro cercano, como si esa peste apocalíptica no se hubiera hecho una constante por décadas, incentivadas y apadrinadas por países y corporaciones multinacionales, que hoy día se hacen llamar “protectores de la vida” y “gladiadores contra el cambio climático”. En este punto, el Secretario General de la organización, “descubre” que “la humanidad ha abierto las puertas del infierno”; ¿Descubriría el Sr. Guterres algún espécimen alado, cornudo o angelical de buenas formas turisteando por la gran manzana? –Difícil de saberlo -, sin embargo, su apreciación parece más un anuncio de grandes calamidades, hecatombes por venir y a cuyos efectos el organismo que dirige ha hecho caso omiso, se ha lavado las manos y ha permanecido como simple espectador de los acontecimientos.
América Latina como siempre y con algunas excepciones, presenta una postura lastimera; presidentes de gobiernos que vociferan vocación de “lava perros”, con un discurso obsoleto, cansón y oxidado (aunque sean nuevos protagonistas), recordando un suceso de hace 50 años, condenando una “dictadura de 16 años”; sin embargo exigiendo reconocimiento, apoyo financiero y cartas de buena conducta para una dinastía con más de 60 años, que no solo ha significado miseria y atraso para un país, sino que ha cumplido un rol desestabilizador, una escuela para la represión extrafronteriza, extraterritorial y extra continental. La elegía de un mandatario sobre los hombres y mujeres que migran con destino sur-norte; el dejo de una voz melancólica y lastimera que profetiza el futuro de naciones desérticas, donde “sus nieto y bisnietos no tendrán el refugio lisonjero de la patria chica”, de repente nos hace auditórium y pueblo suyo (con solo agregar un fondo musical melancólico); pero nos hace recordar que su actitud melindrosa de “pobrecito yo”, es un estrategia para evadir la responsabilidad que le asiste, su participación protagónica en hechos del pasado que marcan el presente; un presente donde tiene la máxima responsabilidad de buscar caminos de concertación y reconstrucción de su nación, evadir la obligación y culpar a otros le convierte en indigno representante de su pueblo.
No faltó un “gobernante” con vocación de segundero, cuya gestión a punto de culminar, deja un sabor amargo de frustración en una nación que pensó en su perfil académico como un instrumento de alto valor, y garantía de pensamiento elevado en la gestión pública; su triste desempeño se caracterizó por cuidar las formas, crear ambientes propicios para la impunidad para quienes desfalcaron su nación; es decir, su única función como académico del leguleyismo, fue crear una alfombra de impunidad, en nombre de una herencia del tal o cual, de cuyas memorias solo queda la nostalgia de quienes fueron beneficiarios de oportunidad. En su discurso se esperaba una palabra de solidaridad con los centenares (ya millones), de seres humanos que peregrinan fuera de sus tierras, muchos llevando conocimientos y vocación de servicio a otras latitudes; pero la mayoría arrastrando sus desgracias, el karma de seres queridos dejados atrás, o caídos en el camino cargados de guijarros, sepultados en una selva o en un pantano, o arrastrados por la corriente de un río. El clamor de este “bondadoso gobernante”, fue perdonar las culpas y regresar las cuentas congeladas en otras naciones no a un país, sino a un grupo de funcionarios que no pueden justificar el origen de dicho dinero.
No menos perturbador, resultó el discurso de un vecino (antiguo hermano de sangre del gobierno venezolano), denunció una amenaza a su seguridad por la nación vecina, a quien roba el petróleo, oro y otros minerales con impunidad. De no ser por lo grave de la situación, podría convertirse en un chiste malo: “quien roba las gallinas al vecino, y entabla un juicio porque el perro del vecino le ladró (aunque no lo haya mordido)”. Para eso quedó la Asamblea Anual de las Naciones Unidas; poca referencia y ninguna acción lógica y efectiva en cuanto la masacre del ejército ruso contra la población civil ucraniana; nada sobre las toneladas de cereales que no pueden llegar a los mercados mundiales, por el bloqueo de mercenarios a los puertos y canales de circulación por los que debían ser transportados.
Paralelamente la comisión de Derechos Humanos del ente multilateral, hacía público el cuarto informe sobre presuntos actos de violación continuada de derechos fundamentales en Venezuela; noticia que no forma parte del menú diario de telenoticieros, por el contrario es sustituida por sucesos carcelarios criollos. Secretos públicos revelados, más, son mayor el número de incógnitas que lo hecho público por los voceros oficiales. Mientras tanto, octubre está a la vuelta de la esquina, todo esfuerzo debe ser hacia la concreción de un proceso conducente a una unidad fuerte y a prueba de “bichos”, escarabajos, camaleones y cachicamos. Mientras en las Naciones Unidas hacen ejercicios de demagogia, en medio de una descolorida Asamblea anual que a priori luce intrascendente, los venezolanos tenemos una misión: El futuro depende de nosotros.
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