“Ver a ese exmilitar venezolano en paños menores, sacado de su domicilio para luego desaparecer, trae a la memoria las brutales desapariciones ocurridas en Chile durante la dictadura militar.
Hoy empiezan a ocurrir hechos de esta naturaleza en plena democracia”.
Sr. Presidente de la República:
El secuestro y desaparición de un militar disidente del régimen dictatorial de Venezuela es, quizás, el hecho de la mayor gravedad que le ha tocado enfrentar como Presidente de Chile. La imagen de Ronald Ojeda, exmilitar venezolano, al que su Gobierno otorgó asilo político secuestrado con un grupo con pasamontañas que usó uniforme de la PDI, enciende todas las señales de alerta y debe ser esclarecido a la brevedad, porque la sensación de vulnerabilidad de Chile, con este hecho, ha llegado a un límite que es muy peligroso cruzar.
Ver a ese exmilitar venezolano en paños menores, sacado de su domicilio para luego desaparecer, trae a la memoria las brutales desapariciones ocurridas en Chile durante la dictadura militar. Hoy empiezan a ocurrir hechos de esta naturaleza en plena democracia.
Quienes secuestraron a Ojeda, no respetaron mínimamente su dignidad humana, humillándolo al sacarlo casi desnudo del lugar donde se alojaba. Muchas preguntas surgen y merecen respuesta: y de entre todas, la más inquietante: ¿fue este un acto de contrainteligencia del régimen de Nicolás Maduro?
Si bien aún podría parecer prematuro suscribir esa hipótesis, esta no puede ser descartada, dado el secuestro ocurrido años atrás en Colombia, que terminó con otro fugado del régimen venezolano primero desaparecido y luego reincorporado a Ramo Verde, la cárcel donde el régimen mantiene sin libertad a disidentes de una de las más ominosas dictaduras de nuestro continente, es imperativo aclarar este punto.
Presidente, me imagino que esto que acaba de ocurrir lo tiene desvelado y está ocupando toda su energía. A mí, como simple ciudadano, me desvela que no tengamos todavía un servicio de inteligencia del Estado, eficaz, y a la altura del inmenso desafío que enfrenta el Estado de Chile: el crecimiento del narcotráfico, la violencia terrorista en La Araucanía, los secuestros para cobrar dinero, y este secuestro lleno de incógnitas que tiene hoy en vilo al país.
¿Qué tipo de servicio de inteligencia es la Ani? ¿Es realmente un servicio de inteligencia de excelencia o una oficina más de las tantas oficinas de una burocracia estatal que cambia con el gobierno de turno?
El complejo de una parte de la izquierda a la que usted pertenece con la seguridad y la inteligencia nos ha convertido cada día que pasa en un país más vulnerable. Hemos perdido mucho tiempo y los enemigos del país han ganado terreno. Sin un servicio de inteligencia eficaz, la democracia se hace inviable. Un Jefe de Estado debe tener meridianamente claro esto y tomar decisiones con coraje y decisión, es casi su deber principal cuidar la soberanía de Chile. Y esto no tiene nada que ver con ser de derecha o de izquierda.
Pero me desvela también que el Partido Comunista ocupe cargos claves en el Ministerio de Defensa y me desvela porque ese partido ha defendido a dictaduras de izquierda en Latinoamérica, ha justificado la violencia en octubre del 2019 y lideró entonces un movimiento insurreccional que puso en riesgo la democracia: este partido nos tiene acostumbrado a tener un pie adentro del sistema y otro afuera. Un partido así, ¿qué visión tiene sobre la Defensa Nacional?
Presidente: si no se aclara quién realizó este secuestro, cundirá la sospecha de que en Chile grupos de contrainteligencia de otros países pueden operar impunemente y desde luego resurgirá con fuerza la pregunta de si en la violencia del estallido, no habrá esos mismos grupos intervenidos. Mientras no se aclare definitivamente lo ocurrido, esa sospecha crecerá, y junto con ella, la indignación de los ciudadanos chilenos de saber que alguien puede vulnerar nuestra soberanía a vista y paciencia de todos. No solo Ronald Ojeda, ha sido secuestrado, con él todos los habitantes de este país se sienten secuestrados o en peligro.
Lo que acaba de ocurrir es una provocación y una humillación para todo el país. No se puede responder a ello con tibieza o blandura o ambigüedades: quienes sintieron que podían hacer desaparecer a un asilado político sin problemas (sea el narcotráfico o el Gobierno de Venezuela que, por lo demás, no sabemos qué vínculos tienen entre ellos), estarán muy atentos a la respuesta que usted como Presidente de Chile dará.
Todos recordamos la reunión que hace poco el subsecretario Monsalve y el canciller y el embajador de Chile en Venezuela, sostuvieron con altas autoridades de ese país, buscando la solución a los problemas de inmigración descontrolada de delincuentes y sicarios que han entrado en Chile, para sembrar el terror y desafiar a nuestras fuerzas policiales. ¿Fue ese un acto realista y necesario o una ingenuidad? Eso solo lo dirá el tiempo. La verdad de los hechos debe ser aclarada o será muy difícil convencer al país que en Chile existe un Estado de derecho efectivo.
Usted, el Gobierno, el Estado de Chile corren el riesgo de quedar en ridículo si llegáramos a saber que este secuestro en Santiago de Chile fue dirigido desde Caracas. Cuando se le empieza a perder el respeto a un Estado y este Estado solo se queda en declaraciones o querellas, el pueblo también le perderá el respeto. Su autoridad está hoy en juego como nunca.
No hay tiempo que perder, Presidente. El Estado y el Gobierno de Chile, el Jefe de Estado de Chile, deben hacerse respetar. Por la razón o la fuerza. Sí, Presidente ha escuchado bien: por la razón o la fuerza.
No le estoy pidiendo que se convierta en un Bukele o en un Novoa, no es necesario. Solo debe estar a la altura de los Presidentes democráticos que en nuestra historia han defendido la democracia con toda la fuerza de la ley y la convicción de que Chile no se toca. Por supuesto, hablo del uso legítimo de la fuerza por parte del Estado, esa que garantiza la seguridad y, por ende, la libertad de los ciudadanos. La fuerza legítima es, en democracia, una de las formas de la razón, sin ella, los países quedan a merced de fuerzas destructivas.
No lo digo yo, lo clama Chile entero y lo dice nuestro escudo nacional.
Lo saluda, Cristián Warnken.