La ciudad de El Paso recibe diariamente a miles de migrantes, entre los cuales los venezolanos constituyen uno de los mayores grupos. En Ciudad Juárez, del lado mexicano, también se ha convertido en un punto de tránsito para aquellos que buscan llegar al norte. Desde octubre pasado, más de 27,000 migrantes venezolanos han llegado a El Paso.
En esta ciudad de 700,000 habitantes, diversos refugios se dedican a atender a los migrantes, muchos de los cuales son gestionados por iglesias y cuentan con la colaboración de los habitantes locales. Un taxista que opera entre El Paso y Ciudad Juárez comentó: “Acá la gente es muy receptiva. Estamos acostumbrados a la migración porque estamos hechos de esto”.
Además de los refugios, hay voluntarios que llegan desde distintos puntos de Estados Unidos para conocer de cerca lo que los medios han denominado como una crisis en la frontera. Colegios y universidades organizan visitas a El Paso para que los estudiantes puedan entender la realidad más allá del norte del país.
En un solo día, dos familias venezolanas se encontraron en El Paso, ambas viviendo su segunda migración. Tras residir en Colombia, decidieron dirigirse hacia el norte en busca de un mejor futuro. Aunque no se conocían previamente, estas dos familias coincidieron y compartieron espacio en un refugio de la ciudad.
Cómo funciona el refugio para migrantes en El Paso
El refugio de la Iglesia Sagrado Corazón, ubicado cerca del centro de la ciudad, atiende a más de 100 migrantes al día. Principalmente, ofrecen servicios como aseo, alimentación, ropa limpia y alojamiento, siendo este último especialmente crucial durante las frías noches de marzo en El Paso.
En este refugio, se da prioridad a mujeres, niños y familias. Las puertas abren a las 4:00 de la tarde y un voluntario indica a las personas cómo organizarse según su situación. Aquellos que no estén registrados en la lista del refugio esperan su turno para unirse a la fila.
“Adentro nos dan comida, nos podemos bañar y también te dan un bolso con ropa. Nos tratan muy bien y es un espacio seguro”, expresó Luisa, una migrante colombiana que se encontraba en la fila para ingresar al refugio.
En las afueras del refugio, Yusmerly Palma, una venezolana de 32 años y madre de dos niños, compartió su historia. Después de una migración previa a Colombia, decidió regresar a Venezuela brevemente, pero al ver la realidad del país, optó por emprender nuevamente el viaje hacia el norte junto a su familia.
Una madre venezolana cruza la selva del Darién
Yusmerly relata su travesía por la selva del Darién, donde permaneció dos días junto a su familia antes de continuar hacia México. A pesar de las dificultades, considera que lo más duro ha sido transitar por México. Su destino final es Wichita, Kansas, donde familiares la esperan.
Moisés Flores, un venezolano de 28 años acompañado de sus tres hijos, recuerda su travesía desde Bogotá hasta Estados Unidos. Después de enfrentar diversos obstáculos, su destino es Florida, donde espera ofrecer un futuro mejor a sus hijos sin depender de ayudas públicas.
Estas historias reflejan la realidad de miles de migrantes que llegan a El Paso en busca de un nuevo comienzo, encontrando en refugios y la solidaridad de voluntarios un apoyo fundamental en su travesía hacia un futuro más prometedor.
Con información de Efecto Cocuyo