En el libro del Génesis, se nos presenta a Dios como el creador: da vida a la luz y al cielo, a la tierra y los mares, a los astros y las plantas, a las aves, los animales terrestres y los peces, y finalmente, al hombre y la mujer.
Pero Dios no solo crea, también asigna nombres, ya que nombrar es una forma de poseer. Tras la creación, Dios da nombre, surgiendo así los primeros topónimos: Edén, Pisón, Javilá, Guijón, Kus, Tigris, Asur y Éufrates. La toponimia fue una tarea divina antes que humana.
Desde este mito original, el ser humano da nombre a lo que descubre y a lo que reclama como propio. Quizás por eso, debido a otro acto de expansión, Hillary Clinton se burlaba a espaldas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando sugirió cambiar el nombre del golfo de México por golfo de América.
En el campo de la toponimia, disciplina dedicada al estudio de los nombres de lugares, se han registrado casos de cambios de nombres. Algunos de ellos, extranjeros, han sido adaptados al español para ser más fieles al nombre autóctono. Este fenómeno, conocido como retoponimización, es bastante común y suele estar motivado por circunstancias históricas.
La retoponimización no es algo nuevo y no se limita solo a las calles. En el siglo XIII, en Andalucía, se intentó cambiar los nombres árabes por nombres castellanos, como se refleja en las donaciones de los repartimientos. Documentos como el Atlas toponímico de España de Jairo Javier García Sánchez recogen algunos de estos cambios en la toponimia española.
El presidente Trump ha expresado su interés en cambiar el nombre del golfo de México por golfo de América. Sin embargo, esta propuesta puede enfrentar desafíos, ya que los topónimos que afectan la navegación requieren consenso internacional y aprobación de organismos como la Organización Hidrográfica Internacional y la ONU.
Es importante recordar que la sinécdoque en toponimia puede llevar a confusiones, ya que América es un continente y Estados Unidos de América es el nombre del país. Por lo tanto, la propuesta de Trump de cambiar el nombre del golfo puede ser equívoca. Se sugiere que, si persiste en su decisión, considere llamarlo golfo de Estados Unidos para mayor precisión.
En resumen, el cambio de un topónimo internacional como el golfo de México requiere un proceso que va más allá de la voluntad de un solo individuo, como lo demuestra la historia y la normativa internacional. Trump podrá cambiar el nombre en su país, pero a nivel internacional seguirá siendo conocido como golfo de México.