Raini Hernández y Gabriela Morillo, dos venezolanos con un deseo ardiente de superación, dejaron atrás un pasado marcado por la miseria y la inseguridad en su país natal para embarcarse en un viaje hacia los Estados Unidos de América. Hernández enfrentó los peligros de la selva del Darién, mientras que Morillo logró viajar en avión gracias al programa Parole Humanitario, hoy extinto.
Establecerse en Estados Unidos no ha sido una tarea fácil para estos dos migrantes venezolanos. A pesar de haber llegado hace menos de un año, han tenido que redoblar esfuerzos para salir de deudas y ahorrar con el objetivo de apoyar a sus familiares en Venezuela, sumida en una crisis humanitaria.
La administración de Donald Trump ha sembrado temor en la vida de muchos migrantes latinoamericanos, incluyendo a Hernández y Morillo. La revocación del Estatus de Protección Temporal (TPS) para aproximadamente 600.000 venezolanos que residían legalmente en EE.UU. ha dejado a estos migrantes en una situación de incertidumbre respecto a su estatus migratorio y futuro en el país.
Hernández, un joven de 25 años de edad, se siente perseguido en EE.UU. a pesar de haber ingresado legalmente al país. Las redadas y deportaciones han aumentado su temor a ser detenido, lo que ha afectado su vida diaria y su capacidad para trabajar.
Por otro lado, Morillo, una joven emprendedora de 21 años, también ha experimentado inseguridad y malestar en EE.UU. a pesar de contar con un permiso de trabajo. La amenaza de ser detenida por su estatus migratorio ha limitado sus actividades públicas y su calidad de vida.
Tanto Hernández como Morillo han tenido que modificar sus rutinas diarias y evitar actividades recreativas debido al temor a ser detenidos. Las políticas migratorias del gobierno de Trump han impactado negativamente en la vida de estos migrantes venezolanos, quienes ahora viven con la incertidumbre de un futuro incierto en un país que los acogió con la esperanza de un mejor porvenir.