El 31 de octubre de 2023, José Hernández, ciudadano venezolano y trabajador residente en Chile desde hace más de nueve años, fue víctima de un grave hecho de violencia institucional.
(VIDEO) El venezolano tiroteado y abandonado en Santiago, Chile + Fotos Fuertes
Según el relato de José mientras se dirigía a su lugar de trabajo en Santiago, Hernández presenció un asalto. En medio de la situación, «un funcionario de Carabineros, vestido de civil y sin identificación visible, desenfundó su arma y le disparó sin previo aviso.»
El impacto de bala le provocó lesiones de extrema gravedad: daños abdominales, fractura de pelvis y la necesidad de una colostomía. A ello se sumaron meses de cirugías, tratamientos médicos y secuelas psicológicas que aún persisten.
Pese a ser claramente una víctima, José Hernández fue señalado públicamente por Carabineros como un supuesto «antisocial» de nacionalidad extranjera, sin que existieran pruebas que respaldaran dicha acusación.
Tras más de un año sin respuestas por parte de las instituciones, Braulio Jatar, socio senior, de TC Abogados, asumió el caso de Hernández y, junto con la fundación Derechos Para Todos representada por Germán Hernández, presentó una denuncia con el objetivo de identificar y sancionar al funcionario responsable de lo que califican como un claro caso de apremios ilegítimos.
🎙️ En declaraciones, Jatar afirmó:
«Estamos frente a un posible uso desproporcionado de la fuerza, donde un trabajador fue tratado como delincuente solo por su nacionalidad y por la falta de criterio de quien debía proteger a la ciudadanía. Hemos acudido al Instituto Nacional de Derechos Humanos en Chile y presentado la denuncia correspondiente para que este caso no quede impune.»
Testimonio de José Hernández a Braulio Jatar Socio Senior de TC Abogados
«Le comento, esto sucedió el día 31 de octubre de 2023, en la intersección de calle Diagonal Paraguay con Portugal, en Santiago.
Yo trabajo desde hace más de dos años en la Red de la Universidad Católica, prestando servicios de climatización exterior. Ese día, como siempre, me dirigía a mi lugar de trabajo, que queda justamente en esa esquina, donde también hay un Banco Santander.
En ese momento, un padre y su hijo habían salido del banco tras retirar dinero para pagar un tratamiento médico, según supe después, por un familiar con cáncer. Los venían siguiendo un grupo de personas, que después me enteré eran de nacionalidad extranjera. Yo venía caminando detrás de ellos, y fue ahí cuando vi que este grupo asaltó al padre y al hijo.
Al ver la situación, intenté intervenir y comenzó un forcejeo. Todo esto ocurrió mientras el semáforo estaba en rojo. De repente, desde uno de los autos detenidos en la esquina —no me di cuenta en el momento de dónde exactamente— bajaron unos funcionarios sin uniforme, vestidos solo con pantalones y botas color crema o kaki.
Uno de ellos me apuntó con un arma y me gritó: ‘¡Alto, quieto!’. Yo me quedé inmóvil, en estado de shock, sin hacer ningún movimiento. Sin darme tiempo a nada, el funcionario disparó. No pasó ni un segundo desde que me gritó hasta que apretó el gatillo.
Caí al suelo y escuché varios disparos más. Una persona que estaba cerca se me acercó y me dijo: ‘Te dieron’. Yo, tirado en la acera, le respondí que sí. Esa persona me ayudó a subirme como pude en la parte trasera de su auto y me llevó a la Posta Central, que quedaba a solo una calle de donde ocurrió todo.
Al llegar, el trato del personal médico no fue el mejor. Me pusieron en una silla de ruedas y me atendieron, pero luego me comentaron que habían registrado mi caso como un accidente de trayecto. Incluso pensaban que yo era uno de los delincuentes.
La bala me impactó en la zona abdominal y pélvica. Me destruyó parte del intestino, por lo que quedé con una colostomía, y me fracturó el hueso sacro. La bala quedó alojada de forma subcutánea en la parte baja de la espalda. Me ofrecieron sacarla, pero decidí esperar por recomendación médica.





Estuve nueve meses sin poder trabajar, pasé por dos cirugías, terapias psicológicas, medicamentos psiquiátricos, y hasta el día de hoy sigo con miedo y secuelas físicas: dolores abdominales, molestias al ir al baño… Mi vida cambió totalmente.
Carabineros se acercó a mí en la posta unas tres veces solo para preguntarme qué había pasado, y luego no tuve más contacto. Nunca recibí una disculpa, un seguimiento, nada.
Después, mi esposa me mostró cómo en los noticieros y matinales decían que habían detenido a dos ‘antisociales’ de nacionalidad extranjera —un colombiano y un venezolano— y que Carabineros había disparado porque representábamos un peligro. Incluso dijeron que presumiblemente teníamos armas.
Yo no era ningún antisocial. Iba vestido con mi uniforme de trabajo, con pantalón y botas de seguridad, como cualquier trabajador de Sodexo. Llevo más de nueve años en Chile, tengo visa definitiva, estoy casado legalmente y tengo dos hijos chilenos.
Hasta hoy, nadie me ha llamado, ni preguntado cómo estoy. Sigo con miedo, sin poder volver a mi trabajo habitual, y luchando por justicia.
Eso es, básicamente, el resumen de lo que me ocurrió. Muchas gracias por su tiempo y atención.»
JusticiaParaJosé #DerechosHumanos #NoMásAbusos
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