Cada día que pasa constituye una tortura y cada minuto que avanza es un respiro para las víctimas que están en Gaza, un territorio indómito donde el grupo terrorista Hamás tiene su base de operaciones. Es el mismo movimiento de fanáticos que dio un golpe alevoso el sábado 7 de octubre de este año.
Cabe destacar que el Mossad israelí (Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales) es una de las agencias de inteligencia más experimentadas del mundo. Y, pese a ello, fue burlada hasta en sus pilares. Cuesta asimilar que Hamás haya perpetrado un atentado casi de película de acción, con un resultado catastrófico: la muerte de más de mil 400 personas de origen israelita.
No se sabe mucho de las cifras oficiales, pero la respuesta del poderío de Israel fue con todo, al punto que los misiles lanzados desde ese país destruyeron todo edificio que estaba en pie en la delgada franja de población palestina. En el recuento debemos incluir un Hospital, donde murieron miles de personas, incluidos niños inocentes.
Las cifras entregadas por la ONU parten desde los 8 mil muertos. Es fácil inferir que quienes logren salvar sus vidas quedarán con lesiones severas.
En esta columna no adentraremos en el conflicto, sino en las víctimas de ambos lados. Desde luego, la peor parte la tienen los habitantes de la Franja de Gaza, un pedazo de tierra pequeño en disputa y que continúa bajo el control del grupo terrorista Hamás y la Yijad Islámica de Palestina.
Hace algunas semanas sacudió nuestro país el caso de Mia Schem, joven de 21 años y nieta de un chileno, que se busca afanosamente ya que se encuentra secuestrada por el grupo terrorista Hamás.
Todos los medios nacionales e internacionales buscan desesperadamente a esta joven. Incluso la Cancillería chilena hizo difundir hace dos semanas un video que demostraba que se encontraba con vida.
No se requiere una gran dosis de perspicacia para colegir que esta joven puede ser utilizada como escudo humano ante una incursión por parte del ejército de Israel en Gaza.
Sin embargo, en pocos medios chilenos se habla del pequeño Ghassan Khalil Haider Sahurie Albawwab, un niño de siete años de padre chileno (fallecido) y madre palestina. El pequeño -con pasaporte chileno- vivió el bombardeo de su casa y quedó con heridas leves, trasladándose junto a su familia (madre y abuelos maternos) al Hospital Al-Shifa, en cuyo exterior se encuentra acampando, en condiciones infrahumanas.
La guerra no es contra el pueblo palestino y menos para Ghassan. Su madre Nermin, su familia y todas las víctimas de esta cruel guerra por fundamentalismo religioso de ambas trincheras, dista en mucho de ser justa.
Sabemos que el presidente Gabriel Boric ha sido -desde siempre- pro palestino. Hace algunos años, en un viaje a Cisjordania -cuando era un joven diputado- se reunió con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.
Luego, ya en La Moneda, recordamos el bochornoso problema diplomático con el embajador de Israel, Gil Artzyeli, aquel 15 de septiembre de 2022. No se le proporcionó su credencial diplomática, y -por ende- no fue recibido en La Moneda. Nuestro mandatario adoptó esa decisión por el caso del joven palestino que murió a manos del Ejército de Israel en Cisjordania.
Sin embargo, el presidente Boric no se ha referido al caso del pequeño Ghassan y la cancillería entrega los datos a la familia cuando la madre de Ghassan es la que se ha comunicado con su cuñado.
Ellos quieren ir a Egipto ya que la madre no puede dejar solos a sus padres y familiares. Por esto, y el respeto a la familia Sahurie (familia paterna en Chile) solo albergan una esperanza para el pequeño Ghassan, que a sus cortos siete años ha padecido el horror de la guerra.
Para la familia Sahurie y para todas las víctimas de esta horrorosa guerra, esperamos la paz.