En los últimos años, el chavismo ha mostrado dos corrientes divergentes: por un lado, aquellos que aún ostentan el poder de la mano de Nicolás Maduro, el “heredero” de Hugo Chávez; y por otro, el llamado “chavismo originario”, conformado por exministros, exalcaldes y exdiputados leales a Chávez pero disidentes de Maduro, quienes plantean una “alternativa bolivariana”.
Recientemente, una destacada figura de esta segunda corriente, el exministro del Petróleo Rafael Ramírez, instó al exministro de Educación Adán Chávez a distanciarse del gobierno de Maduro, a quien acusó de no haber ganado las elecciones presidenciales del 28 de julio y de pretender mantenerse en el poder.
Otro crítico de Maduro, especialmente después de las elecciones del 28 de julio, ha sido el exministro de Comunicación Andrés Izarra, quien recientemente suscribió la Proclama de Unión a la Nación Venezolana, respaldada por la oposición para exigir respeto a la soberanía reflejada en dichas elecciones.
Quién apoya y quién rechaza a Maduro
Según la politóloga venezolana Nancy Arellano, actualmente el control del poder en Venezuela, bajo Maduro, se sostiene gracias a un grupo que ella describe como “postchavistas-maduristas”.
Arellano sostiene que las discrepancias entre el chavismo originario y el madurismo se centran en temas como corrupción, violación de derechos humanos y deriva autoritaria. Además, señala que el madurismo ha sido criticado por desconocer la voluntad popular expresada en las urnas en las elecciones del 28 de julio de 2024, lo que ha generado tensiones y polarización política en medio de desafíos económicos, sociales y humanitarios.
En este contexto, la tensión se agudiza y la polarización persiste en un país que enfrenta una crisis regional inminente, con un nuevo capítulo de desplazamiento forzado que podría tener repercusiones significativas en la región.